Portaaviones si, portaaviones no???

Operación "Sea Orbit"

Antes de “pasar a la acción” permítanme advertirles de una cosa… Ya me lo habían comentado antes, pero no está de más ponerlo de manifiesto. 

Aunque intento redactar mis artículos para el público en general, la sección militar de mi web – esta que se encuentran leyendo precisamente ahora mis cada vez más numerosos lectores – está especialmente dirigida a público con conocimientos en la materia y doy por supuesto que conocen de antemano algunos de los conceptos que manejo. Quizá me esté «colando», pero, por favor, pídanme cualquier tipo de aclaración/corrección de estilo que crean oportuna en los comentarios – pulsando en el título del post y bajando hasta llegar a ello -. 

Gracias por escucharme y entremos al trapo. 

Estamos viviendo momentos complicados. El afán expansionista de República Popular China está amenazando el equilibrio geoestratégico de Asia oriental y el Sudeste asiático.

La estrategia del Collar de Perlas chino y su creciente influencia geopolítica en la zona gracias a sus esfuerzos por aumentar, expandir y modernizar sus fuerzas militares, sin duda causan preocupación. Diplomáticamente hablando, la floreciente estrategia naval de China es de naturaleza completamente pacífica, solo para la protección de sus intereses comerciales regionales y sin intención de buscar la hegemonía de sus relaciones económicas exteriores. Pero, de hecho, están creando un dilema de seguridad entre China, Taiwán, India, Vietnam, Corea del Sur,  Japón  y el resto de los países de la región.

Gracias a la mano de obra barata – y la sumisión a la clase dirigente de sus trabajadores y elementos productivos -, occidente lleva dédadas deslocalizando insensatamente la manufactura de bienes hacia países de la zona asiática en pro de mayores beneficios económicos y empresariales. Un control excesivo de los mares y sus rutas comerciales por parte de China socavaría a largo plazo el dominio económico que occidente mantiene sobre el estado global del bienestar. Observen, mis cada vez más numerosos lectores, siempre se trata de “retener” el poder – o de tomarlo -… ¡la erótica del poder! ¡Piensen!

Proteger intereses en el ámbito marino requiere de una flota numerosa, preparada, protegida y capaz de proyectar el poder necesario para disuadir cualquier intento de modificarlos.

Y, ¿qué mejor instrumento para ello que los portaaviones?

Un portaaviones es una plataforma bélica de indudable valor, pero a su vez un objeto enorme, poco o nada furtivo y, a la luz de los avances tecnológicos actuales en sistemas de ataque, un objetivo ciertamente vulnerable – aunque sea mediante ataques de saturación -, lo que me hace plantearme su futuro y por tanto trae a colación el artículo que les presento ahora.

Algo de historia.

Durante la segunda guerra mundial uno de los factores más relevantes que permitieron el éxito del ejército americano en el frente del pacífico fue la intervención y el acertado uso de un arma que hasta ese conflicto no había demostrado claramente su valía: El portaaviones. De hecho, la doctrina militar dominante de la época aún concedía un papel preponderante al crucero y al acorazado, siendo estos considerados buques insignia de sus respectivas flotas.

No fue sino hasta la batalla de Midway cuando se demostró que en el campo/ámbito\dominio marítimo el resultado de un enfrentamiento podía decidirse en función del éxito de los ataques realizados por sus alas embarcadas. Carecía de sentido iniciar cualquier ofensiva sin el dominio del aire y la cobertura que proporcionaban sus cazas y bombarderos/torpederos embarcados.

Los portaaviones, como cualquier buque de superficie, siempre fueron vulnerables durante el conflicto, pero la práctica ausencia y el primitivo uso del radar dificultaba su localización. Las amenazas submarinas eran razonablemente contenidas gracias a las cargas de profundidad de los barcos de apoyo cazasubmarinos. Los ataques aéreos se repelían más o menos satisfactoriamente gracias al uso de los cazas embarcados. Por otra parte, dada la “escasa” autonomía relativa y lentitud de los medios de ataque de la época, estos debían lanzarse/realizarse desde orígenes relativamente “cercanos” y/o de manera poco sigilosa, lo que permitía, con los medios de detección disponibles, cierta anticipación frente a las ofensivas enemigas.

En cambio, ahora la situación ha cambiado radicalmente. Los radares de apertura sintética, los centros de control y mando aéreos (AWACS), el uso de drones, los nuevos vectores de ataque hipersónicos y sobre todo los sistemas de detección satelital han hecho que localizar una flota del tamaño de un portaaviones y su grupo de batalla sea relativamente fácil y, por ende, también planificar su posible ataque.

La amenaza submarina.

“Si crees que eres demasiado pequeño para marcar la diferencia, ¡intenta dormir con un mosquito!” – Cita del Dalai Lama.

Frente al coste, tamaño, complejidad, tecnología y potencial de los sistemas de defensa de un portaaviones y su grupo de batalla basta un “económico” submarino con un comandante decidido y una tripulación bien preparada para poner en serios aprietos a cualquier portaaviones moderno. Veámoslo.

Algunos ejemplos actuales.

En 2005, el USS Ronald Reagan, un portaaviones de 6.200 millones de dólares recién construido, se “hundió” tras ser alcanzado por múltiples torpedos. Esto no ocurrió en un combate real, sino que fue simulado como parte de un juego de guerra que enfrentaba a un grupo de tareas de portaaviones – que incluía numerosos buques escoltas antisubmarinos – contra el HSMS Gotland, un pequeño submarino sueco propulsado por diésel que desplaza 1.600 toneladas. Sin embargo, a pesar de haber realizado múltiples ataques al Reagan, el Gotland nunca fue detectado.

En marzo de 2007 el submarino nuclear de ataque francés Saphir, participando en un importante ejercicio con la Marina de los EE.UU. frente a Florida, acabó de forma inesperada con el grupo de batalla del portaaviones Theodore Roosvelt. El submarino nuclear francés, que actuaba en campo del enemigo, logró hundir el portaviones estadounidense y la mayor parte de su escolta.

Podría dar algunos ejemplos más, pero pueden intuir que la relación coste/beneficio\riesgo es un factor muy a tener en cuenta. Incluso un sistema relativamente anticuado puede constituir un riesgo potencial.

No olvidemos el caso del submarino ARA San Luis, que durante la guerra de las Malvinas – si no hubiese sido por un problema en sus torpedos filoguiados – estuvo a punto de infligir un enorme daño al puercoespín ofensivo de la marina británica. El valor de estos marinos argentinos, que en con un buque en malas condiciones y con el lastre de un armamento principal defectuoso, no solo atacaron a lo mejor de la Royal Navy sino además escaparon de los mejores especialistas de guerra antisubmarina de la OTAN (apenas terminada la guerra la OTAN cambió sus sistemas de defensa antiaérea y antisubmarina en sus flotas de guerra).

Un factor en contra del uso de portaaviones.

Torpedos supersónicos.

No, no se imaginen torpedos viajando a la velocidad del sonido – en agua salada es de 1500 m/s y en agua dulce 1435 m/s – bajo la superficie de mar ni torpedos levantando el vuelo y atacando a los portaviones – en ese caso serían simplemente misiles lanzados desde submarinos -. Me refiero a los nuevos misiles desarrollados aprovechando el fenómeno de la supercavitación. Este fenómeno consiste en que, cuando el torpedo se mueve con la suficiente rapidez, el fluido que se desplaza a su alrededor adquiere una velocidad muy grande, haciendo que su presión disminuya drásticamente hasta el punto de evaporación del líquido. Este se convierte por tanto en gas y por ello acaba desplazándose por un medio gaseoso disminuyendo así su fricción y alcanzando así velocidades mucho más altas. Para explicarlo de forma menos técnica, se vaporiza el líquido que atraviesa de forma que el torpedo “vuela” bajo el mar a lomos de una “nube” de vapor.

Es una tecnología compleja pero que ya ha producido armamento real, vease el caso del torpedo soviético “VA-111 Shkval” – y otros en desarrollo por diferentes paises -. Un arma que debería preocupar muy mucho a cualquier portaaviones y que compensa la deficiencia a nivel de ruido subacuatico de la flota submarina soviética.

Si me permiten una apuesta de futuro/ciencia-ficción, creo que debería investigarse – si no se está haciendo ya – en torpedos de cavitación por cortina de plasma… sería literalmente como desplazarse cortando el agua con una cuchilla de plasma. Imagino que se podrían alcanzar velocidades inconcebibles para este tipo de arma… Eso sí, requeriría una fuente de plasma de gran potencia, quizá nuclear, lo cual no sería especial inconveniente dado que el combustible nuclear utilizado para generar el campo plasma podría ser usado así mismo como fuerza de propulsión y como parte del detonador. ¿Las consecuencias?… Imaginen… el portaaviones y gran parte de su flota de acompañamiento volatilizados de un solo golpe!!!

Añadimos pues un nuevo factor en contra del uso de portaaviones.

Amenaza Nuclear.

No, no me refiero en ese apartado a la posibilidad de usar el arma atómica para destruir un portaaviones y su grupo de batalla – por ejemplo usando los nuevos torpedos nucleares de largo alcance – como supondrán. Me explico.

Ya en los primeros ensayos nucleares en el pacífico posteriores a la segunda guerra mundial, en los que se usaron como blanco grupos de barcos capturados al enemigo y navíos dados de baja o cerca del final de su vida operativa – algunos de ellos completamente equipados y en perfectas condiciones de revista -, se demostró que, exceptuando los más próximos al punto de detonación del artefacto nuclear, la gran mayoría de buques saldrían relativamente “indemnes” de este tipo de ataque – radiación aparte – manteniendo cierta capacidad de respuesta después del “susto” inicial.

Me refiero a la posibilidad de que, tras el alcance y hundimiento de un portaaviones nuclear, este se convierta en una trampa mortal que acabe contaminando la zona de manera inexorable y a perpetuidad.

Se supone que por diseño los reactores nucleares que alimentan al buque están diseñados para un apagado de seguridad en caso necesario. Disponen de mecanismos que impedirían que la radiación escapase, de manera que las barras de contención y el blindaje del núcleo del reactor detendrían cualquier posible fuga de material radiactivo. Pero – me temo – esos mecanismos nunca se han probado en la práctica – nadie ha hundido un portaaviones nuclear, de súbito, sin consideraciones y en un ataque repentino destinado a causar el mayor daño posible al buque -. Por otra parte, entiendo que, incluso en los nuevos portaaviones de la clase Ford, sin un apagado “ordenado” del reactor, se correría el riesgo de que se produjese una reacción en cadena del combustible nuclear que acabase provocando una explosión de aún mayores consecuencias.

En el mejor de los casos… a largo plazo… la corrosión por la sal marina… ¡No quiero ni imaginarlo!

Al menos Chernóbil estaba en la superficie, fue “fácil” – a costa de cientos de vidas humanas – taponar la fuga. Además, la fuente de contaminación estaba “relativamente” localizada y no a merced de las corrientes marinas.

Es algo que me preocupa mucho… mares y océanos contaminados… No dejo de darle vueltas y ruego a dios que nunca tengamos que llegar a verlo. ¿Qué opinan ustedes?

Otro factor en contra del portaaviones, en este caso Nuclear.

Ataque por saturación.

Imaginemos una situación utópica en la que los sistemas de defensa del portaaviones resultaran tan efectivos que fuesen capaces de anular cualquier ataque ya fuese con misiles o bien mediante torpedos. Perfecto… desde la sala de operaciones del navío los oficiales de armamento gracias a las ayudas electrónicas normalmente serían y son capaces de visualizar y neutralizar toda posible amenaza.

Es una situación tratada y ensayada hasta la saciedad en los ejercicios RIMPAC. Los Ejercicios RIMPAC, son los más grandes ejercicios de guerra marítima del mundo. Se celebran cada dos años organizados y administrados por la Marina de los Estados Unidos de la Flota del Pacífico. El objetivo del RIMPAC es mejorar la interoperabilidad entre fuerzas armadas de países del Océano Pacífico para su capacitación de cara a garantizar la seguridad de las rutas marítimas y la seguridad en los océanos del mundo.

China y otros países saben de estos ejercicios y de la habilidad de la marina americana de lidiar con ese tipo de situaciones. Pero lo que también saben que en situaciones de combate se puede llegar a un punto de estrés y caos tal que los medios de defensa sean materialmente incapaces de hacer frente a un enjambre de torpedos, drones, misiles y señuelos – se están desarrollando incluso sistemas hibrídos – que coordinados se dirigiesen a un objetivo tan codiciado y goloso como es un portaaviones.

Quizá pueda criticarse a china por la “escasa calidad” de sus sistemas de armamento – afirmación cada vez más que discutible – pero por lo que no puede criticarse en absoluto es su número… y estoy seguro de que llegado el caso no van a lanzarle a los portaaviones un único misil. Y estoy seguro de que – como en la segunda guerra mundial con los bombarderos aliados – alguno pasará y alcanzará su objetivo!!!!

¡Se acumulan los argumentos a “favor” de la vulnerabilidad de los portaaviones!

Conclusiones.

Para no extenderme demasiado ni saturarlos verán que esencialmente me he centrado en la flota norteamericana, tan solo «arañando la superficie» y dejando en el tintero aspectos como los:

  • Drones de defensa y ataque submarinos
  • Sistemas de defensa óptica láser.
  • El coste de desarrollo de las nuevas familias de portaaviones.
  • La carrera de otras naciones: Portaaviones chinos, rusos, franceses, británicos.
  • El portaaviones como elemento de disuasión.
  • Etc.

Creo que hago evidente que encuentro demasiados factores en contra del futuro de los portaaviones.

Reconozco que los portaaviones son unas armas muy poderoras, casi increíbles; muy interesantes de estudiar y conservan aún la belleza de su épica historia militar. Lucen bien, increíblemente bien en cualquier flota que se precie… peeero…. no nos engañemos son cada vez más vulnerables. Su relación coste/beneficio es como poco cuestionable. Son caros – carísimos – de producir, mantener y tremendamente complejos de operar, pero también “fácilmente” puestos fuera de combate. Confío más en la furtividad y los despliegues rápidos de contingentes de tierra como elementos fundamentales en para la proyección de poder. Considero que los bombarderos invisibles son las armas del futuro y veremos – supongo – como finalmente el futuro B-21 Raider se convierte en su representación más ejemplar y espina dorsal de la disuasión militar occidental tal y como algunos analistas pronosticamos.

Un saludo, damas y Caballeros!!!

P.d.: Me he tomado la molestia de consultar, contrastar y resumir diversas fuentes de valor, Wikipedia en parte, pero otras escogidas/discriminadas por su interés/calidad, así que les recomiendo visiten los enlaces que acompañan al texto. ¿Y quién sabe?… demasiados puntos pendientes… ¡Quizá tengan la suerte de leer otro de mis excelentes artículos para terminar de perfilar el tema! 

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