El Gran Duque de Osuna, el olvidado!!!

DALL·E 2022-11-22 19.18.35 - The spanish Grand Duke of Osuna riding a horse and leading a battle in netherlands in 1603. A big army with cannons and explosions in the horizon. Goya style.

La fortuna, la suerte, la ventura, el destino – o como quiera que queráis llamarlo, mis ilustrados lectores – a veces nos sonríe, a veces nos traiciona. Tal es el caso tanto del personaje que da título a este nuevo post como mío propio en esta ocasión.

Algunos de ustedes ya intuirán a qué se refiere esa alegre/triste dualidad del azar respecto al personaje que da título a esta nueva entrada, pero seguro que también se preguntarán en qué le afecta a este que os escribe.

En el duro proceso de crear, idear y nutrir de contenido de altura este blog militar, he solicitado a personas cercanas algo de su tiempo a modo de colaboración escrita en la forma de artículos de su puño y letra relacionados con el mundo militar.

La parte triste:… He recibido muchas negativas y falsas promesas de “cuenta con ello”… no paaasa nada, soy hombre paciente, peeero… – Ya saben que me gusta apostillar, así que aquí tienen la “primera de la tarde”- como dicen los filósofos:

Cuídate de la personas cuyas acciones no coinciden con sus palabras.

La parte dulce:… Conozco a Juan Manuel Fontenla desde hace años. Él me llama “compadre”. Hombre polifacético, dibujante e ilustrador gráfico de primer nivel – he tenido en mis manos su trabajo, tengo algunos de sus libros dedicados y los másteres de sus láminas más que dibujos son auténticas obras de arte. Créanme -, es, si no el mejor, uno de los mejores conocedores de la historia de la Sevilla secreta, la Sevilla de los duendes, la Sevilla del Siglo de Oro y, por lo que me he dado cuenta gracias a lo que van a leer ustedes a continuación, gran conocedor de los méritos de esos extraordinarios personajes a los que nuestra historia ha maltratado a veces tan injustamente.
Contar por fin con su colaboración ha sido todo un premio para mí y para ustedes que van a leerlo.

Pasen y lean su colaboración, pues:

El Gran Duque de Osuna, el olvidado. Don Pedro Téllez-Girón y Velasco.

Nadie como él encarna el espíritu romántico y aventurero del Siglo de Oro del imperio Español, la gloria en vida y el drama de su muerte, las luces y las sombras de un personaje digno de una novela caballeresca, admirado por el pueblo y odiado por los nobles que envidiaban sus capacidades. La envidia…ese pecado capital que ha elevado hasta los más altos peldaños del poder a parásitos mediocres sin escrúpulos, y ha sepultado en el olvido a hombres de honor, a héroes que cometieron la imprudencia de brillar con luz propia en un mundo de sombras.

Don Pedro Téllez-Girón y Velasco Guzmán y Tovar nació en el pueblo sevillano de Osuna el 17 de diciembre de 1574, en el corazón de un Imperio en el que no se ponía el Sol. Entre un listado interminable de títulos, ostentaba el de Duque de Osuna, por lo que desde su mismo nacimiento, estaba llamado a administrar una de las mayores fortunas de España, inmensos territorios y muchos miles de almas bajo su mando. Tuvo, como tantos otros grandes nombres de su época, una juventud de estricta educación y vasta cultura. Pero también gozó en sus años mozos de moral disipada, enfrascado en mil y un amoríos, duelos y entuertos, de los que siempre salió airoso merced a su dominio de la esgrima, a su astucia y a su inquebrantable sentido del honor y la justicia. A la muerte de su padre, cogió el testigo del gobierno de una de las Casas más poderosas del Imperio y no hizo más que engrandecer su prestigio, y convertir a Osuna en una de las villas más prósperas del país.

No obstante, como he dicho antes, la campiña sevillana se le quedaba harto pequeña a un espíritu tan grande. Don Pedro, Grande de España, llevaba en la sangre la aventura, el riesgo, el sueño de dejar constancia de su nombre en los libros de historia, hambre de gloria en los campos de batalla. Fue desterrado de la Corte y hecho preso en el Castillo de Arévalo en el 1600, por uno de sus muchos altercados con faldas y espadas de por medio, de donde se fugó a los pocos días, con rumbo a los Países Bajos. Dejó atrás el plácido disfrute de sus inmensas rentas y se enroló como soldado de los Tercios de Flandes, en una de las guerras más despiadadas de la historia de Europa, al servicio del Maestre de Campo Simón Antúnez. Muy pronto vio su valía y le asignaron el mando de dos compañías de caballería, dejando en su diario constancia.

Sirvió sin diferencia de los demás soldados, gastó mucho dinero de su hacienda y fue tenido por padre, amparo y ejemplo de soldados y excelente capitán.

En 1602, se incorporó a una flota de 8 galeras y en el sitio de Ostende, defendió con arrojo al Almirante Federico Spínola de una horda holandesa que finalmente consiguió darle muerte. A pesar del dolor por la pérdida de su hermano, el General Ambrosio de Spínola hizo mención a su valor, que le valió una felicitación personal del archiduque Alberto de Flandes. Desde entonces, su primera batalla naval se quedó grabada en la memoria de Don Pedro y le inoculó su pasión por el mar. En 1603, tras ser herido varias veces y gozar del inquebrantable respeto de la tropa, recibió en varias ocasiones el encargo del mismo Archiduque de apaciguar los muchos motines que estallaron entre los Tercios por la tardanza de la paga. En dos de ellos, que se sepa, zanjó los levantamientos adelantando a los soldados sus salarios de su propio bolsillo. Las constantes muestras de valor y su sentido del honor, le valieron un sinfín de condecoraciones y la amistad personal del Archiduque Alberto, que llegó a intercambiar la espada real de Flandes con la del voluntario de Osuna. En 1604 le concedieron un descanso que aprovechó para visitar Londres con su tío, Condestable de Castilla, para firmar la paz en nombre de Felipe III con Jacobo I de Inglaterra. Causó impresión en el Rey inglés, pues estaba preparado para recibir a un temido y honrado capitán español, pero no para su exquisita educación, su vastísima cultura y su fluidez con el latín, que le permitió compartir largas conversaciones y así ganarse la admiración del británico.

En 1606, en el asedio de Groenlo, una bala de mosquete le arrancó el pulgar de la mano derecha. Durante su dolorosa recuperación, aprendió a manejar con su mano izquierda la espada, la pluma, la pistola y el tenedor, con la misma maestría que lo hiciera antes con la diestra. Empeñado el Archiduque Alberto en terminar con la guerra en los Países Bajos, Osuna se opuso tajantemente a negociar con los rebeldes flamencos. Tanto es así que Felipe III lo reclamó en la Corte, por los insistentes ruegos de Alberto de quitárselo de encima. Tras una audiencia de más de horas con el Rey y sus consejeros, en la que explicó con prodigioso lujo de detalles la situación en Flandes, fue condecorado con la Orden del Toisón de Oro y nombrado gentilhombre del consejo de Portugal y Consejero personal para los asuntos de Flandes. Con la boda de su hijo y heredero Juan con Isabel de Sandoval (hija del Duque de Uceda y nieta del de Lerma) Don Pedro empezó una rápida escalada al poder supremo del Imperio más poderoso de la Tierra. En este período conoció a uno de sus más fieles amigos, que le sería leal hasta el día de su muerte, el célebre poeta Don Francisco Gómez de Quevedo.

En 1610, el Rey presidió el Consejo para designar un nuevo Virrey de Sicilia y el Gran Duque pronunció un discurso con tal pasión, que enardeció los ánimos de los presentes. De esa misma asamblea salió con el encargo de tomar las riendas de la desastrosa herencia en Italia, sumida en la ruina por las disputas civiles con sus Estados vecinos y el despiadado acoso de los piratas turcos. En marzo de 1611 puso pie Osuna en Sicilia, como mano derecha de Felipe III y desde ese mismo día, puso enmienda a tanta desidia, limpiando los caminos de ladrones y asesinos, encauzando la administración de impuestos justamente, restableciendo el peso real de las monedas y, de manera increíble, dando beneficios en su primer año de mandato. Acto seguido, se propuso restaurar el pasado esplendor de la Marina Española, amarrada en puerto por falta de remeros y con sólo 9 galeras mal mantenidas, para defender toda la isla. Aquí tiró de astucia para solucionar el problema, a costa de la horda de mendigos, ladrones y pícaros que infestaban las calles. Hizo primero un censo de toda esta chusma que se agolpaba en las puertas de las iglesias y después convocó un concurso público de saltos de altura, con un doblón como premio de la primera criba y un escudo de oro para los finalistas. Se presentaron todos los cojos, tullidos, mancos y ciegos de Sicilia, que recuperaron milagrosamente sus facultades. Todos ellos fueron pagados religiosamente del mismo bolsillo del Duque, con un aguinaldo inesperado de diez años de condena a galeras, por tramposos.

Los 9 navíos fueron dotados de la mejor artillería española, y en pocas semanas la disciplina volvió a brillar en ellas, al mando de Osuna, que pagó de su hacienda hasta los tercios y mosqueteros de su dotación. Fomentó una rebelión en los puertos griegos tomados por los turcos y se permitió el lujo de saquear la flota berberisca en Túnez. Comenzó a convertirse en la pesadilla de los piratas otomanos, confiscando galeras y reutilizándolas como buques corsarios sicilianos. Sus desvelos bien valieron la pena, porque desarboló los planes del Sultán, que estaba preparando una enorme armada para saquear la Flota de Indias antes de que llegara a Sevilla. El oro fluía hacia España como nunca desde Italia: un quinto del botín para el Rey, un quinto para la Hacienda Real, un quinto para sus soldados (los mejor pagados de Europa) y el resto para devolver a Sicilia su esplendor y agrandar el poder su flota. Sus proezas causaron aún más admiración en Felipe III, que no tuvo más remedio que premiar tanta valía.

Don Pedro Téllez-Girón fue elegido para enderezar también las posesiones españolas en el corazón de Italia, otorgándole el título de Virrey de Nápoles en 1616. Desde hacía décadas, la ciudad estaba consumida por la corrupción, la desidia y el desgobierno…y viendo Don Felipe el resurgimiento que el de Osuna protagonizó en Sicilia, no tuvo dudas en la elección del candidato. Cuentan las crónicas que al poco de llegar, atajó de raíz el bandolerismo y la oleada de robos y asesinatos con mano firme. Comenzó la construcción de nuevas galeras y galeones, para defender las costas de piratas turcos, que ya no osaban aparecer por Sicilia. En cuanto a las tripulaciones…era imposible dotar de remeros y marineros los nuevos navíos, así que su astucia acabó con el problema en un solo día, como ya hiciera en la isla que también gobernaba. Advertidos ya todos los supuestos tullidos, cojos, mancos y ciegos de su maniobra en Sicilia, Don Pedro hizo pasear por el centro de Nápoles una carroza con cuatro monjes falsos, que arrojaban sin cesar monedas de oro de cuatro cofres aportados de su propia hacienda. Inevitablemente, todos los maleantes antes mencionados recuperaron milagrosamente sus facultades y se lanzaron al suelo, luchando, mordiendo y disputando por ese tesoro. Inmediatamente, fueron todos detenidos, por miles, y condenados a diez años de galeras por mentir y simular sus males.

Fue el primero de los almirantes de la Armada Española en combinar e una misma flota de combate a galeras con galeones, dando más rapidez a la actuación de la infantería en los abordajes. Su poder se hizo hegemónico en el Mar Adriático y se ganó el seudónimo de Deli-Bajá (Virrey demonio) entre las tropas turcas, que se retiraban en estampida al ver sus estandartes en el horizonte. Enormes cargamentos de oro, plata, rubíes y esmeraldas llegaban a la Corona desde Sicilia y Nápoles, procedentes de los saqueos a los barcos turcos y venecianos. Esto último empezó a cimentar su caída en desgracia, pues atacó las naves venecianas en contra del criterio del Consejo de Estado, en el convencimiento de que era la República de Venecia la que estaba fomentando los levantamientos rebeldes contra España en toda Italia.

Una coalición de nobles napolitanos e italianos denunciaron a Don Pedro ante el Rey, con la falsa acusación de conjurar la independencia de Sicilia y Nápoles en 1619. En 1618, el gran valedor de Osuna, el Duque de Lerma, cayó en desgracia y fue sustituido por su hijo, el Duque de Uceda, que emprendió la cacería de todos los colaboradores de su padre. Don Pedro era el primero de su lista. Nada más llegar la denuncia a la Corte, se le dio curso sin tener en cuenta los inmensos servicios prestados a España por el Virrey de Sicilia y Nápoles. En 1620 se le convocó en Madrid y fue relevado de su cargo y, en un acto más de patriotismo, cedió su flota (costeada de su hacienda) a la Corona, para no dejar desprotegidas las costas que con tanto empeño defendió. Llegó a la Corte y tras ser oído por el Consejo Real, pidió el amparo del Rey.

El pecado capital español por excelencia, la envidia, actua con rapidez.

El pecado capital español por excelencia, la envidia, actuó con rapidez. Felipe III murió súbitamente y en el intervalo de la coronación de su hijo, Felipe IV, Osuna fue encarcelado en secreto, sin dejar rastro, y jamás se le permitió defenderse en un juicio. En una húmeda mazmorra del Castillo de Barajas, entre ratas y chinches, amargado por la tristeza y la enfermedad, murió el 24 de septiembre de 1624, el más fiel servidor que tuvo el Imperio Español. Sus restos fueron llevados con honores al Convento de San Francisco de Osuna, pues por mucho que sus enemigos se esforzaron en hacer olvidar su nombre, el pueblo llano lo amaba y lo veían como una víctima de las sucias maniobras políticas. Amén de las inmensas riquezas y prestigio que su gestión otorgó a España, el legado de Don Pedro Téllez-Girón dejó en Sicilia y Nápoles 20 galeones, 22 galeras y 30 bajeles, pasando a la historia como el más temible corsario del Mediterráneo. Don Francisco de Quevedo, hombre firme y fiel a Osuna hasta el final, dedicó hasta su muerte sonetos y poemas a su gran amigo, desenmascarando a sus enemigos y gritando a los cuatro vientos sus proezas. Un triste fin para un hombre tan grande como su legado.

Fin.

Como reflexión final al hilo de lo narrado y enlazando con mi artículo previo sobre Cementerios Militares, una última apostilla:

España, un país en continua forja, paga muy mal a sus héroes… ¿Aprenderemos algún día?

Recalcar que en el conjunto de la historia militar de esta poderosa nación que llegó a ser nuestra tan denostada tierra existen innumerables ejemplos de personajes de tan azarosa carrera y méritos como la narrada para el insigne personaje del que hemos hablado en esta ocasión. Azarosa por la cantidad de vicisitudes con las que frecuentemente tuvieron que lidiar, y méritos por la innegable valía de las hazañas y coraje que acabaron demostrando al frente de sus obligaciones para con el ejército, el país y el reino.

Es complicado resumir la vida de una figura tan destacada como la del Duque de Osuna, pero, como pueden comprobar en parte gracias a la impecable narración de los hechos que ha realizado mi “compadre”, el ejército y la carrera militar española se caracterizan por dos aspectos fundamentales: En los momentos clave, la medida indisciplina de los mandos frente a las órdenes recibidas, y la apuesta clara por la persecución de la gloria en defensa de una visión de los objetivos vitales/militares, a veces demasiado ligada a la persona más allá incluso de los intereses del país.

Un saludo, Damas y Caballeros.

P.d.: Una colaboración increible ¿verdad? Para maquetarlo, vínculos documentales aparte, tan solo he tenido que eliminar una redundancia: “erradicó de raíz el bandolerismo” por “atajó de raíz el bandolerismo”. Mientras, a la espera de alguna que otra colaboración – la paciencia y la perseverancia son algunas de mis virtudes – que tengo en la recámara les invito a atreverse a redactar una para ser publicada en este blog… ¡y ser señalados por ella! En cualquier caso, tengo ya en mi diana un próximo artículo sobre… – ¡sorpresaaa! – que confío les resulte de interes, es de rabiosa actualidad. Permanezcan atentos.

😮

To all that suffered!!!

Estaba preparando un nuevo artículo para este vuestro blog que pensaba publicar en cuanto hubiese terminado de documentarlo, pero a veces las circunstancias o acontecimientos sugieren sus propios caminos.

El que voy a recorrer ahora… no, no trata de analizar las consecuencias, en el “statu quo” militar del «imperio británico», del recientemente acaecido deceso de la inmensa e indescriptible figura de la Reina Isabel II de Reino Unido, personaje sin parangón en la historia del mundo actual. A pesar de no estar destinada a ser reina, la abdicación de su tío Eduardo VIII la situó como heredera en la línea sucesoria británica. Su fuerte carácter la llevo incluso a enfrentarse a su padre, el rey Jorge VI, para poder unirse al ejército británico, al que finalmente se incorporó en el Servicio de Mujeres del Territorio Auxiliar, llegando a alcanzar el grado de Comandante Junior. Colaboró en la defensa de su país durante los tristes días de la Segunda Guerra Mundial y, tras su finalización, ha defendido como nadie los intereses británicos y la institución monárquica.

Entiendo que los súbditos británicos se sientan orgullosos de ella… no es para menos.

Lo cierto es que el motivo por el que les escribo está relacionado también con el fallecimiento de personas ilustres y con la segunda guerra mundial. Les explico.

El viaje.

Tenía en mi lista de “viajes/tareas pendientes” dos cuestiones:

  • Mantener viva la llama de una vieja amistad visitando a un buen amigo y excompañero de trabajo, residente ahora en La Haya.
  • Como buen aficionado a la historia militar, visitar el Cementerio y monumento estadounidense de Luxemburgo, que contiene los restos de 5.076 militares estadounidenses muertos en la Segunda Guerra Mundial, la mayoría durante la Batalla de las Ardenas que se libró entre el invierno de 1944 y el verano de 1945. Y, en especial, detenerme a contemplar la tumba del general George Patton, renombrado militar cuya influencia fue tan decisiva en la campaña militar estadounidense como lo ha sido el reinado de reina Isabel II para la política británica actual.

Así que cuando decidí a dónde viajar durante mis vacaciones… “Los países bajos” fue el destino elegido.

Dejo la cuestión de mi excompañero para el ámbito personal, pero de lo que si les voy a hablar es de lo que representó mi corta visita al mencionado cementerio, motivo por el que les traigo este post.

Impresión

No sé si ustedes habrán visitado este o algún otro cementerio militar de la segunda guerra mundial, como por ejemplo los que se encuentran en Normandía. Confieso que yo no, este ha sido el primero. Pero si admito que me hacía especial “ilusión” – lo pongo entrecomillado por un motivo que expondré más adelante -.

Al llegar al lugar, encontré un escenario Im-Presionante… de película. Un recinto elegantemente cercado, al que se accedía a través de una suntuosa reja coronada por dos refulgentes águilas americanas doradas. Una “mole” en forma de soldado americano vigilaba la puerta de acceso. Una pequeña caseta que hacía de centro de interpretación del recinto y su significado. Y tras ella, el camposanto en sí.

El lugar está oficialmente declarado territorio americano. El honor y la honra a sus caídos brilla mires donde mires. El césped verde claro cortado al milímetro. Las lápidas blancas, impolutas y perfectamente pulidas. Los nombres de los soldados grabados en cada una de ellas al bajorrelieve. Y la bandera americana ondeando al viento… ciertamente los americanos saben cuidar esas cosas, el aspecto general del recinto era de cine… literalmente.

Vigilancia.

No observé feas cámaras de vigilancia estorbando la “puesta en escena” del cementerio, pero, conociendo el valor de lo que allí se guarda, seguro que habría algún avanzado sistema de grabación de video discretamente situado controlando el perímetro. Lo que sí resultó evidente y notorio fue otra “mole” de soldado, siguiéndonos y supervisando a aquellos que, como yo, recorríamos el recinto empapándonos de lo que representaba – muy amable y atento a nuestras preguntas, pero siempre ojo avizor, pendiente a lo que sucedía alrededor -.

En contexto.

Quizá os sorprenda el enfoque que le voy a dar a este apartado… bastante alejado de la vertiente militar…

Os pregunto: ¿Sois supersticiosos? ¿Creéis en las “energías”?

No tengo claro qué mecanismos gobiernan al alma y el pensamiento humanos, tampoco el poder que la sugestión ejerce sobre el pensamiento – Todos los aficionados a la temática militar estamos claramente influenciados por la avalancha de información y contenidos relacionados con la muerte en combate, y en particular sobre todo lo acaecido durante la segunda guerra mundial -. Así que quería ahora haceros especial hincapié en lo que sentí al estar allí, pisando ese inmaculado verde césped cubriendo  los restos de los soldados que participaron en el conflicto.

Fue algo extraño, algo que solo he sentido el otro lugar similar, la sala de incineradoras del complejo principal del campo de concentración Auswitch-Birkenau. Era algo que se palpaba en el ambiente. Era algo que me constrenía el corazón. Era… quizá el saber que allí se encuentran los restos de personas que dieron su vida por defender la libertad.

¿Creen ustedes que sus espíritus están allí aun gritando su dolor o quizá silenciosamente advirtiéndonos de las consecuencias de una guerra?

No sé, no puedo explicarlo… pero algo que me sobrecogía emanaba del lugar. Si alguna vez lo visitan, por favor confírmenme si sienten algo parecido.

El soldado.

Mientras caminaba por allí, pensé en los soldados yacían enterrados. Al acercarme a las tumbas me fijé en una en particular, la del soldado judío con cuya fotografía que ilustro esta entrada: Michael Rakoff, nacido en 1905 y muerto en 1944.

Apenas he encontrado datos acerca de él. 39 años, bastante joven. Ninguna fotografía suya. Escasamente su fecha de nacimiento, 23 de Julio de 1905 y una referencia a su historial militar en el que se indica que se trataba de un soldado condecorado con, entre otras medallas, el Corazón Púrpura. Se alistó en el ejército de los Estados Unidos donde sirvió con valor como soldado de primera clase en el regimiento de infantería 317 hasta su muerte en acción el 26 de diciembre del 44… Un fallecido, una persona muerta… un “ya no podrá ser”. Me pregunté cómo habría sido su muerte… – cerré un momento los ojos -…,  si le dio tiempo a darse cuenta, qué pensamientos pasaban por su cabeza mientras se desvanecía, qué proyectos dejó en el aire, a qué personas queridas abandonó…

Y así hasta 5.076 soldados… ¡Piensen!… Cinco mil setenta y seis almas destrozadas. Cinco mil setenta y seis vidas segadas traumáticamente. Cinco mil setenta y seis futuros cortados de raíz… Es verdad que ellos sabían a lo que iban… peeero… no es excusa.

Regresaba en coche de vuelta al hotel considerando lo que allí había visto… Imaginé una pequeña población, imaginé cinco mil setenta y seis asistentes a cualquier evento… ¡Imagínenlo ustedes!… Muuucha gente, muuuchas personas… Todos de pie, todos en fila, todos sonrientes… y pocos minutos después… sus cuerpos yermos, tirados en el suelo, muertos… Me costó trabajo sobreponerme a ese pensamiento.

Como siempre he dicho: La guerra es un interesante fenómeno que estudiar, pero de trágicas consecuencias.

General Patton.

Entre todos los soldados enterrados en el lugar sin duda habría muchos hombres de valientes y con agallas, pero entre todos ellos destaca especialmente la figura del hombre cuyo célebre pasado me dio el motivo definitivo para visitar dicho cementerio militar: El general George Smith Patton.

Si antes les hablaba del fuerte carácter de la reina Isabel II… el del General Patton estuvo como poco a su altura. Curiosamente no murió durante la batalla de las Ardenas, ni siquiera durante la segunda guerra mundial sino tras ella en un triste accidente de tráfico. Pese a que muchos lo vieron como un guerrero puro y feroz con lo que se ganó el sobrenombre de “General Sangre y Agallas” – «nuestra sangre y sus agallas», decían algunos soldados -, la historia lo ha dejado con la imagen de un brillante, pero solitario líder militar salpicado por insubordinaciones, transgresiones y periodos de cierta inestabilidad emocional.

Fue sin duda una figura emblemática, polémica, pero que se ganó el respeto de todas las tropas que lucharon bajo su mando e incluso el de las que luchaban contra él.

Siempre recordaré la excelente película de 1970 en la que George C. Scott encarnó la figura del general. Os la recomiendo… peliculón a mi juicio.

Me situé frente a su tumba… que preside el camposanto… y le presenté mis respetos.

Honrar a los muertos.

Cuando un país, una nación, un estado… envía a lo mejor de sus ciudadanos, lo más florido de su juventud, lo más granado de sus militares, a una guerra sabiendo que corren el riesgo de no regresar, es de recibo que se recuerde de alguna manera su sacrificio.

En la antigüedad se creaban leyendas, de escribían cantares, se pintaban gigantescos cuadros escenificando la rendición del enemigo para decorar los salones del reino, se componían épicos poemas glorificando el valor de sus soldados. Ahora, un mundo enfocado a lo visual, a lo “peliculero”, se ha creado semejante lugar para honrar a sus caidos en acto de servicio. Un escenario a la altura de la pérdida que sufrieron y que cuidan con mimo para recordar el legado de su sacrificio… el legado de la sangre y las agallas.

Salí de allí caminando, contento por haber cumplido uno de mis sueños, pero jodido… bien jodido… por la impresión que me causó saber que bajo la tierra que pisaba se encontraban los cadáveres de gente que con toda seguridad no se merecían el final que tuvieron.

Cementerio alemán.

Mientras recorría el camino de salida del recinto noté un pequeño cartel indicador de que a apenas a unos kilómetros se encontraba el Cementerio Alemán… el cementerio del bando contrario. Lo había buscado días antes en internet y parecía un lugar interesante para complementar la visita. Pregunté al guía qué tal estaba y si podríamos visitarlo. Me respondió que estaba bastante descuidado, algo dejado de la mano de dios y que no merecía la pena. En cualquier caso, me hubiese gustado visitarlo – queda pendiente -. También dieron su vida por su país, también merecían su reconocimiento – Di-Ez-Mil No-Ve-Cien-Tas Tre-Ce tumbas – 10.913 -,… sin palabras.

Epílogo.

La respuesta del guía me hizo pensar en la diferencia de trato respecto a sus caídos de vencedores y vencidos. Como unos encumbran a sus héroes y otros prefieren dejar correr un tupido velo.

Me hizo pensar en la Guerra Civil Española… en el “Spain is different” – no la frase de Fraga, sinó esa característica manera de hacer las cosas tan imbuida en nuestra idiosincrasia -, en el Valle de los Caídos

¿Qué tiene que pasar en España para que dejemos de utilizar nuestros muertos como arma arrojadiza? ¿No merecen un lugar en el que se les recuerde? ¿Qué tenemos que hacer para que simplemente se les reconozca que en cada bando se luchó por lo que en ese momento creían justo? ¿Qué pasa?… ¿Que parece que ahora los únicos muertos que importan son los del bando republicano?… A la mierda!!!

Me marché despacio, en silencio…. Dejé en el libro de visitas de la caseta de entrada mi propia nota de respeto… “To All that Suffered”!!!

Un saludo, Damas y Caballeros.

P.d.: Espero que no les haya asustado mi “insulto” final, soy una persona bastante moderada, pero también tengo mi temperamento. Confío en tener listo en pocos días el artículo del que les hablé al principio.

😥