El blog de Gunner!!!

Confesiones/crónicas de un internauta asombrado.

20. marzo 2020 23:48
by Gunner
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Relato: Arrebatada!!!

20. marzo 2020 23:48 by Gunner | 0 Comentarios

Cuarentena. Menuda palabra...

A veces, mis reverenciados lectores, me preguntáis a que dedico el tiempo libre (suena a canción de J.L. Perales)... últimamente busco la Paz... Lo cierto es que Covid-19 se ha convertido en la expresión que nos mantiene en un indeseado encierro. Esa reclusión, nos permite encontrarnos con nosotros mismos y apreciar la conexión con lo verdaderamente importante: personas, actividades, emociones, pensamientos... los demás... la Solidaridad. Y la solidaridad se demuestra compartiendo lo que tienes. El bien más preciado: Tu tiempo. Estamos viendo ejemplos todos estos días, gente que se arriesga por nosotros, enfermer@s, médic@s, UME, policías, funcionari@s, camioner@s, emplead@s de servicios públicos y otros servicios básicos... aplausos para ell@s... pero también el mundo del Arte está ayudando a sobrellevar este tiempo gris y sombrío que nos ha tocado vivir. Colaboran con su tiempo, conciertos online, visitas virtuales a museos, libros para descarga gratuita, películas a nuestra disposición, etc. Y Yo...

Yo, entre otras cosas, escribo, y hoy... llueve en Sevilla. Mi tarde de hoy viernes es para vosotr@s. Espero que os guste. Lo he escrito especialmente para vosotras, pero igualmente para ellos. Una "ida de olla" cargada de mensajes y lecturas. Habla de la pasión y de las turbulencias que la estremece, pero con un atisbo de calma e incógnitas.

Pásen y léan (si, María, sé que no llevan tilde, pero las he puesto para enfatizar mi intención):

               

Llueve. El gris tono de las nubes no presagia la indómita fuerza con que la sombra divina atormenta la pálida tristeza del juego de poder que, como un rayo desbocado, golpea ahora con lágrimas de desesperación mis manos, ciegas de piel y de tórridas sensaciones.
Ardo en mi propia fragua, arrebatada por la humedad de mis ansiosas entrañas, esperando que el cielo se abra y me revele la claridad que ilumine el alma, mi alma, despejando el infinito color de mi rubor perdido.
¿Cómo, cómo, cómo?… ¿Cómo he permitido, a pesar de mi experiencia, de mis años de juventud perdidas al viento fugaz de la pasión, a los siglos de mujeres también heridas por la poesía de los trovadores y hechiceros de la voz, por las esperanzas de un alado destino, tal y como cantan por poetas y juglares, cómo de dejado que la fálica criatura de torso brillante, feroz lengua y poderoso abrazo se haga amo y regente del destino de mis pensamientos, de mi cuerpo y de todo mi ser? Un estremecimiento recorre mi cuerpo aterido al intuir la respuesta a esta incertidumbre.

- ¿Existencia? ¿Todo esto tiene sentido?

¡Suplico a Zeus que pare el tiempo! que detenga las nubes, que congele las gotas en el punto exacto en que vuelan en caída libre, con la inexorabilidad de su certero destino hacia mis ojos desnudos de arrogancia. Vencidos por una conquista más en la bilis de dientes apretados de un hombre de corazón corrompido por el vicio oscuro de la dominación.
¿Pero y yo? ¿Cómo no he sido capaz de ser yo? ¿Cómo he vendido mi esencia por una caricia etérea? Descubro que las gotas de lluvia impregnan mis vestiduras de algodón, empapando mi túnica blanca, sin que pueda hacer nada para evitarlo. Pero mi alma y mis pensamientos son míos y sin embargo, no he hecho nada para evitar que su constante influencia perniciosa penetre en mí por mor de su mirada de ojos profundamente penetrantes, que hábilmente guiados por una mente perversa, se ha apropiado de cada célula de mi cuerpo, cada brizna de mi frondoso cabello, cada aliento de mi respiración, calando en cada pulso de mi corazón.
¡Qué se pare todo!, que se detenga el mundo, que deje de correr el tiempo, que me dé una oportunidad de pensar. Que me permita salir de esta vorágine de constantes subidas a los cielos, y vertiginosas caídas despiadadas a los rojos infiernos donde penan los errados. De donde surge todo esto, surge también la errática esperanza.

¡Quiero ser!¡Quiero poder ser!

Las nubes de vapor colgadas en la bóveda celeste en que se encuentran los astros se disipan. Dejan el grís azulado, perdiéndose en lívidos verdes irisados de brumoso rosa pálido. Cae el sol, la tormenta cede... la paz. ¿Llega la Paz? Una suave brisa de cambio acaricia mis mejillas. ¿A qué huele la paz?, ¿A hojas caídas de primavera pudriéndose impregnadas del vaho de los corazones rotos?

¡No!, no llega la paz, solo una pausa lánguida en el transcurrir del tiempo, que una y otra vez se repite, engendrando más sinrazón. ¿Es la existencia esa nube tóxica de azufre que rezuma del volcán como aviso del terrible cataclismo oculto, del poder desatadamente contenido en un cuerpo vigoroso?

Alejate, ¡aléjate, de la lluvia!, del vapor que agorero presagia el lamento de un corazón roto… ¿O quizá cerca del borde del abismo está la respuesta que todos los corazones esperan? El filo de una navaja, el borde de cataclismo o la cumbre del deseo.

Dioses, ¡dadme la respuesta! Guiadme por el camino, no dejéis que me pierda de nuevo tras las oscuras sombras de una promesa. Enseñadme, como un vieja maestra enseña a sus pupilas.

Fin.
          

 

Machos y hembras conviven en una especie de lucha de poder, no hay ciencia que lo explique. Desde que existe la historia un sexo parece aprovecharse del otro. Suele interpretarse como el domino de un ser sobre otro, pero no por ello deja ni dejará de buscarse (y hasta incluso alcanzarse) el cielo en la pugna. Pocas veces sin víctimas, pero "el cielo" a fin de cuentas. ¡Por dios, que alguien nos proteja del cielo!

Confío en que mi modesta aportación a la solidaridad no les haya asustado, que al menos les haya entretenido, y sobre todo que vuelva a verlos por estos lares.

Un saludo, Damas y Caballeros!!!

P.d.: De nuevo mi apoyo a esos héroes anónimos que luchan por "la vida". Gracias a los certeros apuntes de estilo de cierta hechicera Dama, y al, también certero, ojo fotográfico de un experto "fotógrafo/instagramero". Como siempre, votos (abajo, pulsando sobre las estrellitas) y comentarios pulsando en el enlace azul cerca del título, gracias.

Yell

21. octubre 2018 04:08
by Gunner
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Relato: La Cochera.

21. octubre 2018 04:08 by Gunner | 0 Comentarios

Para cada cosa hay su momento, y en este caso, antes de poder publicar este relato, era de rigor esperar a que aconteciese lo que ha sucedido esta noche.
Y como cada relato al que os asomáis, mis bienquistos lectores, tiene su historia, también noctambula, otoñal, y algo crápula.
El día en que lo concebí, tras una agotadora jornada de trabajo - mañana y tarde duras hasta límites insoportables - necesitaba despejarme, desconectar y hasta olvidarme del mundo; de modo que cuando me ofrecieron quedarme a "tomar la última", ni pude ni quise decir no a las dos bellas damas que me lo brindaron. En el local, "La cochera", situado en un conocido barrio sevillano, hablamos de la vida, del amor y de tango. Es llamativo notar ese regusto que te deja en el alma abrir tu corazón ante personas dispuestas a compartir, en armonía, parte del suyo. Mientras compartíamos, las escuchaba hablar, las observaba, e intentaba retenerlo todo; Dos mujeres, dos puntos de vista, y un hombre de por medio, yo. Gracias a esa "última", llegué a casa, con saborcillo a día que ha merecido la pena vivir.

Fruto de ello, de la euforia del encuentro y de una noche de WhatsApp e insomnio, es el relato que os presento a continuación (recomendación, pónganse algún tango mientras lo leen):

  

Río de la Plata, “La Cochera”. Córdoba.

Dos mujeres con voz de humo y desesperación cantaban tangos y lamentos en un pequeño teatro. Entre bastidores se confiesan sus amores perdidos…

La cortina se abrió lentamente. Mientras, los acordes de un bandoneón gemían compases espaciados para tomar el pulso al publico.

A la derecha del escenario, una de las dos apartando la cortina lo justo para alcanzar a ver el patio de butacas y las gradas, Ella. Cientos de veces había repetido la misma liturgia. Asomarse, echar una mirada furtiva al público, levantar la vista hacia arriba, fijarse en los canales por donde circulan las poleas y el cableado que mueve la tramoya de los fondos del escenario, santiguarse, respirar hondo, y salir al centro del escenario con paso femenino y seductor.
Al otro lado del escenario, una figura fuerte, alta, hermosa y casi masculina, se relajaba fumando un pitillo. Ella era Él. Tabaco de Tucumán, el único que conseguía calmarle los nervios. Siempre, al liarlo, dejaba una marca de carmín rojo en cada en el extremo, marcando con especial pasión en aquel por donde se le prendía fuego. Era su “sello”, y lo usaba. Lo usaba como arma personal, como arma de seducción, para conquistar a los hombres, para ponerlos a sus pies. Se los daba a fumar por la marca roja, y les decía “Es lo mas cerca de mis labios que nunca vas a estar”. Caían como moscas…

La Cochera”, estaba a reventar. En ese pequeño teatro experimental, con aforo para unas mil personas, independiente, alternativo y situado en el mismísimo corazón de Güemes, en la ciudad de Córdoba, ese día apenas cabía un alma más. Apiñados como sardinas en lata, sentados en los palcos, sentados en las escaleras que descendían al patio, algunos de pie en los laterales. El patio abarrotado de ojos, de sombreros y de plumones. Todo ocupado, todo caldeado, pura expectativa. Todo, menos el tercer asiento de la fila ocho del lado derecho. El mejor de todos, con la mejor perspectiva.

Todos sabían por qué estaban allí, todos esperaban el encuentro, todos sabían su historia, todos querían ver cómo se acercaban. Cómo Ella y ella, cómo ella y Él, se enfrentarían a su pasado, a ese asiento de la fila ocho.

Paró el bandoneón, el murmullo del público cesó, el humo del tabaco de Ella – Él - pareció detenerse también. El director de escena señaló al mozo, y este le pidió el pitillo. Ella miró de reojo al ayudante, pero no se lo dio. Lo tiró al suelo y lo pisó con desprecio.
Con el pie izquierdo, avanzó hacia la primera tablilla, impregnada en talco. Cargó el peso en el tobillo y, soltando la bocanada de humo que aún guardaba en sus pulmones, salió al escenario con el derecho. Desde el ala izquierda, arrastró con la mano parte del telón para que el público apreciase el movimiento de los pliegues de la tela de terciopelo rojo al volver a su posición de recogida.

Ella desde su esquina lo vio perfectamente. Para ella, Él pareció entrar a cámara lenta, altiva, segura, rotundamente bella. La odió nada más verla entrar. Odió cada una de las marcas de talco que dejaban sus pisadas en el escenario. Habría deseado ver cómo se partía la crisma de un resbalón, como ocurrió aquel día años atrás, pero ya había aprendido la lección y siempre usaba ese sedoso polvo blanco para asegurar su caminar. Frágil pero a su vez resentida, ella, mezquinamente tierna, irrumpió con la delicadeza de una orquídea blanca en un jardín de claveles rojos. Sus pasos... oscilaban a derecha e izquierda, para realzar el movimiento de sus caderas. Cinco pasos, cinco miradas afiladas, cinco deseos de muerte.

Las dos, detenidas en el centro del escenario, en la marca del suelo donde los focos mejor iluminaban sus cuerpos. No una frente a la otra; ella de espaldas a Él, mirada negando a mirada.

Sonó el violín, homenaje a Troilo, “Romance de la ciudad”. Bailarines atravesaron el escenario. En un giro brusco, ambas se encararon al público, y comenzaron a hablar con la voz de un espíritu desesperado y la de una garganta ajada por el tabaco.

Él - Como se entrega la lluvia de verano
Ella - a la tierra dura,
Él - que madura el sol...
Ella y Él - así te diste tú.

Pasos suaves, alrededor de sus marcas.

El - Y yo... tuve la suerte de encontrarte
Él - como el viento a la vela... en una calma.
Él - Supe cuando te vi que eras mi vida
Él - llegando tarde, pero al fin... llegando.
Ella - Y en tu tiempo de notas repetidas
Ella - cantamos juntos la canción eterna.

Cambiaron de posición. Él, girando, se adelantó y ella, floreando, se situó un poco más atrás.

Ella y Él - La ciudad hizo un trío de romance
Ella y Él - y ubicó los lugares de la acción:

Se miraron con tenso respeto.

Ella - Corrientes y Florida, los carritos,
Él - la esquina de Entre Ríos y Pavón...
Él - Lo nuestro fue tremendo pero breve:
Ella - un verso que el poeta no acabó.

Ella aleteó dulcemente el brazo derecho dejando su mano izquierda pegada al corazón, y volvió adelante. Él se colocó a su espalda ligeramente a la izquierda, deslizando su caminar en dos armónicos y largos pasos.

Ella y Él - La ciudad tiene prisa y nunca duerme...
Ella y Él - ¡porque lleva el adiós junto al amor!

...

Los acordes se detuvieron, el público estalló, los palcos ardían en olés, gritos, bravos, y el gallinero en emoción, incrédulos todos por lo que acababan de presenciar. El estruendo de los aplausos, casi ahogó el sonido de la cortinilla musical del entreacto.

Ambas saludaron, inclinándose respetuosamente hacia el público. Se cruzaron las miradas fugazmente. Ella corrió a la izquierda a cambiarse de ropa, y él, caminando pausadamente sobre sus tacones manchados de talco, se dirigió a la derecha a ponerse otros de zapatos tras el telón, pero... mientras lo hacía, dirigió fijamente su mirada al tercer asiento de la fila octava.

El público lo sabía, Él tenía plena seguridad de ello. Todos estaban allí por eso. Todos percibieron ese leve giro de su cuello y esa mirada fija hacia el asiento vacío. Todos sabían cómo ella le había arrebatado a su hombre, a traición, con la sonrisa maquiavélica de una amiga inocente, a su amante, a su compañero. Cuánta amargura acumulaba, cuánta rabia contenida. No pudo resistir; al atravesar la cortina, Él lloró, de nuevo. Él, que manejaba a los hombres como se le antojaba, lloró y odió, y recordó el amor. Y pensó en su muerte, en el cuerpo de su amado yaciendo, sin vida, en la cama de ella...

Se ha consumado el primer tango. Continúa sonando la orquesta. La cortinilla musical gana en intensidad, y el telón se despliega esperando acontecimientos. Los aplausos ceden paso al murmullo del público, por donde sobrevuela la incertidumbre. Nadie, ni esa presencia ausente en la butaca vacía, tiene la certeza de si la mirada que ambas se dirigieron durante el estribillo fue de respeto, de perdón o de rencor.

Ya entre bastidores, comparten camerino…

Fin.

  

Final abierto. Ahora ambas están en el camerino… ¿Qué creen que ocurrirá? ¿Qué se dirán? ¿Se "acuchillarán"?... ¿Quién sabe? Incluso es posible que se echen flores, la una a la otra... ¡Parece que el tiempo no pasa por ti!... ¡Has cantado como nunca!... Opinen, pero si se han fijado, este relato está hecho del mismo material con el que se construyen los tangos. Un tango que habla de tangos. Espero que lo hayan disfrutado tanto leyéndolo como yo escribiéndolo... ¿Quieren segunda parte?

Un saludo, Damas y/o Caballeros.

P.d.: Mi más hondo agradecimiento a las tres mujeres que me han ayudado a darle forma, ellas saben quienes son. Añadir que suelo ilustrar los relatos con fotografías propias, pero en este caso no encontraba una que se adecuase al texto. ¿Como lo he resuelto? He pedido ayuda a mi amiga e ilustradora profesional Carmen Romo (curiosamente vive en otra Córdoba), que ha hecho un trabajo excelente, ¿no creen?. Como siempre, votos (abajo, pulsando sobre las estrellitas) y comentarios pulsando en el enlace a la izquierda del título, gracias.

Smile