Parafraseando a a famosa frase "Der Mensch ist, was er isst" del filósofo y antropólogo alemán Ludwig Feuerbach, cuya traducción libre viene a decir que "Somos lo que comemos", mi versión sería: "Somos lo que leemos". Tengo la firme convicción de que podemos conocer a cómo piensa y siente una persona atendiendo a la literatura que lee, es más (extendiendo el concepto al mundo digital) incluso por los blogs que visita (de lo cual me congratulo por lo mucho que dice de ustedes, mis curiosos visitantes). Por ello, seguro que cuando terminen de leer este post algo mas habrán conocido acerca de mí, ¿eh?
El mundo oriental siempre me ha fascinado, quizá por el profundo respeto con que hacen las cosas, quizá por el aprecio a la belleza de lo simple, o puede que por el elevado concepto del honor del que hacen gala. No lo tengo claro, pero lo cierto es que aparte de por el Zen y los comics Manga, creo que jamás me hubiese acercado por mí mismo a la literatura japonesa ni a este autor de no ser por la azarosa intervención de una joven dama de pies pequeños (considerados por los orientales como máxima expresión de sensualidad de la mujer).
Son ya varios los libros que he devorado de Haruki Murakami, empezando por el primero y terminando por el último, pero de entre todos, he elegido uno del que hablarles y que da título a esta entrada. No porque sea el mejor ni el peor ni siquiera porque sea el último que ha publicado, sino porque lo he releído hace poco y al tratarse de una compilación de sus relatos creo que puede dar una clara idea de su manera de ver la vida.
Sus relatos, algunos oscuros, otros oníricos y siempre minimalistas, describen con aparente frialdad, avanzando lentamente, el proceso de interiorización de los sentidos, como la mente los absorbe y los convierte en sensaciones y estas a su vez en sentimientos. Durante la lectura de cualquiera de sus relatos el lector puede llegar a tener la impresión de que se detiene excesivamente en elementos de aparente nimiedad, pero a su finalización llega a comprenderse que nada sobra en ellos. Se trata pues de una suma conjuntada de pequeños detalles de los que siempre se aprende. Frente a otros autores que enfocan su literatura en la grandiosa descripción de paisajes, en la extensa narración de acontecimientos o en las intrincadas emociones de los personajes, Murakami se centra en la delicada descripción de la realidad humana, mostrándonos los caminos a través de los cuales discurren los pensamientos que nos hacen conscientes del valor que las cosas cotidianas tienen en nuestras vidas. En resumen si alguien quiere conocer cómo funciona el cerebro humano, nadie mejor que él.
Ya el primer relato del libro "Sauce ciego, mujer dormida" nos sorprende por como la trivialidad de un corto viaje para acompañar a un familiar al hospital se convierte en un complejo hilo de pensamientos y recuerdos magistralmente enhebrados. En "La tragedia de la Mina de Carbón de Nueva York", tenemos un ejemplo de cómo es capaz de desviar la atención del lector hacia un relato sobre de un surrealista (casi Daliniano) amante de las visitas a los zoológicos. En "Avión… o cómo hablaba él a solas como si recitara un poema", reflexiona sobre la respuesta al por qué de la infidelidad y los motivos para participar en ese juego. "Somormujo" nos demuestra como jugar con la inteligencia y la ignorancia para conseguir un determinado propósito. En "Nausea" describe el como a veces somatizamos los sentimientos, en este caso la culpa. La "Tía pobre" – incalificable – si lo analizamos podríamos decir que nos describe cómo a veces cargamos (y nos acostumbramos a ello) por decisión propia con las consecuencias de nuestros deseos. En "Cangrejo" pone de manifiesto los peligros de los sitios bohemios y con encanto...
...Y así hasta 24 geniales relatos, que demuestran que su continua nominación al Nobel de literatura está plenamente justificada.
Pero de todos los relatos de este libro, si hay uno en concreto que considero de obligada lectura y estudio se trata de "Toni Takitani", cuyo último párrafo resulta... ¿cómo decirlo? Demoledor - A mi al menos me dejo tocado, bassstante tocado.
"Cuando aquel montón de discos desapareció, Toni Takitani se quedó, entonces sí, completamente solo."
Por cierto, hay un objeto común y recurrente en todos los relatos de Murakami, su aprecio por cierto tipo de música occidental y en especial el Jazz. La música es uno de los vehículos de entrada al mundo de los sentimientos. Lentamente, penetra en nuestra mente por los oídos y, poco a poco, va derribando esa barrera que separa la razón de los sentidos, haciéndonos entrar en un mundo de placeres y sensaciones, pero, como todo lo oriental, el Jazz lo hace de manera pausada y serena permitiendo una aproximación racional ese mundo. No interrumpe el rumor interno de nuestros pensamientos de manera brusca y agitada apropiándose de ellos, sino que los acompaña y los guía cálidamente, en un proceso de crecimiento conjunto.
Permítanme un consejo: Háganse un favor a ustedes mismos y lean al menos uno de sus relatos, no se arrepentirán.
Un saludo, Damas y Caballeros!!!
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