El blog de Gunner!!!

Confesiones/crónicas de un internauta asombrado.

1. julio 2013 03:30
by Gunner
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Rigoletto!!!

1. julio 2013 03:30 by Gunner | 0 Comentarios

"Dicen los sabios que cuando se cumple el sueño de una persona una estrella comienza a brillar en firmamento" -  Le dije a la especial Dama. Y le pregunté ¿cuál es tu estrella? Ella... bromeo como suele hacer. Si, lo reconozco, lo inventé. Es una de esas locas ideas que de vez en cuando cruza fugazmente por mi pensamiento tal y como un cometa pudo hacerlo por el negro cielo estrellado de la hermosa noche que disfruté ayer, sentado en la terraza de la casa a cuya animada fiesta había sido invitado. Pero por otra parte, reconozcan también que es una de esas fantasías que merecen la pena ser ciertas. ¿No? mis atareados lectores.

Mi estrella se tiene un nombre: Rigoletto, el Rigoletto de Verdi. Les explico por qué.

Muchas veces nos preguntamos cuál es nuestro objetivo en la vida, qué sentido tiene nuestra existencia y qué nos hace felices. Son tres sencillas preguntas de muy difícil repuesta, tanto que nos cuesta toda una vida descubrirlas.

Yo aún no lo he conseguido responderlas, pero al menos he descubierto que en el camino de contestarlas está el vivir nuevas experiencias. Experiencias que enriquezcan mi inquieta mente y estimulen el corazón para seguir deseando escucharlo latir desesperadamente.

Nunca había tenido la oportunidad de – a continuación iba a escribir "ver", pero tal y como hago las cosas, queda mejor el siguiente verbo – sentir una ópera en directo, y francamente, no quería pasar por esta vida sin haberlo logrado. Por ello cuando he podido hacerlo… más aún... cuando he podido hacerlo acompañado de 5 buenos amigos (la gran reina porteña, la dorada isleña, el noble retratista, la leve flor y la rubia alada), ha sido como cumplir un sueño.

Todos, absolutamente todos los con los que tuve la fortuna de compartirlo se han dado cuenta del entusiasmo con que me enfrentaba a este nuevo logro de mi existencia, y lo que es más, no he pretendido en bajo ningún concepto disimular u ocultar bajo una falsa capa de adulta madurez la inmensa ilusión con la que lo hacía. ¿Para qué? si algo te apasiona que hay de malo en demostrarlo, ¿eh?

Rigoletto…  pudo haber sido cualquier otra, pero… ¿qué mejor manera que iniciarse en el mundo de la ópera que con esta magnífica obra de Giuseppe Verdi?

No les voy a hablar de la obra en sí, les conmino a informarse acerca de ella de expertos más cualificados que yo, pero si de lo que me hizo sentir.

Lo que vi fue portentoso. Un maravilloso espectáculo en el que la música, la escenografía, la interpretación de los tenores, los barítonos y las sopranos, hacían que las emociones y percepciones brotasen a raudales desde todos mis sentidos. En alguna ocasión tuve la sensación de que las notas musicales flotaban a mi alrededor. Sentí como la interpretación de los solos de Mariola Cantarero (la Gilda de Verdi) hacía que se me erizasen los vellos de la piel. Advertí la desesperación de ese padre destrozado en los quiebros de voz de la excelente interpretación de Juan Jesús Rodríguez (Rigoletto), y ¿como no?… a punto estuve de acompañar (como casi todo el público que abarrotaba el Teatro de la Maestranza) a Ismael Jordi (Duque de Mantua) cuando entonó aquello de “La donna è mobile, qual piuma al vento”.

Increíble señores, realmente increíble. Espectacular… sobre todo apreciar como la música daba volumen, consistencia y completaba el dramatismo de cada una escenas de la obra, rematado todo ello por un vestuario, una coreografía, la iluminación y una puesta en escena excepcionales.

En el intermedio del primer acto, que culminó con un espléndido bis de Rigoletto y Gilda cortesía de sus intérpretes como justa recompensa al aluvión de aplausos recibidos del público, me acerqué acompañado a ver el foso de la orquesta desde donde Pedro Halffter dirigía a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. No pude sino fijarme en el púlpito del director. Allí, iluminada con una cálida luz mortecina, estaba abierta de par en par la partitura de la ópera. Mire los extraños pentagramas, asombrándome de como en esos crípticos símbolos estaba representada su música. Trabajo con computadores y sus muuuchos complicados lenguajes y pensé: "No es más que el lenguaje en el que se expresa la belleza de la música".

Sin duda necesito verla de nuevo para embeberme en el espíritu de la obra y saborearla al completo, revisitarla, detenerme en los detalles y retenerlos. Pero ufff, los 74 euros de vellón que costó la entrada… no se a ustedes, pero a mí… como que obligan al menos a pensármelo, ¿no creen? Sin duda si los precios de estos espectáculos fuesen un poco más ajustados, todos saldríamos ganando, la cultura, los artistas, el arte y por supuesto los promotores.

Ahhh!!! Así que es esa pequeñita, ¿eh?… Mirando hacia el norte, justo a la izquierda de la cola de la Osa mayor. Con que que esa es tu estrella.... ¿Ese es tu sueño cumplido? Anda… cuéntame cual fue.

Un saludo, Damas y Caballeros.

P.d.: Y como siempre, votos y comentarios, pulsando en los enlaces que aparecen un poco más abajo.

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Actualización (09/07/2013)

¿Quien dice que segundas partes nunca fueron buenas? A mi estrella le he visto nacer un satélite (Taormina)!!!

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Wink

20. mayo 2013 23:42
by Gunner
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Relato: Mecedora.

20. mayo 2013 23:42 by Gunner | 3 Comentarios

No lo duden, les aseguro… que lo he intentado, bohemios lectores de este peculiar blog. He procurado descansar (incluso he llegado a echarme un rato para ver si lo conseguía) después de encontrarme, por uno de esos perfectamente explicables dobles azares de la vida, con la tarde libre. Una cita por otra jugando cariñosamente conmigo. Pero como decía Picasso: (no es que quiera compararme con él, ¿ó sí?. El pintaba, yo escribo) "Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando" y a mi manera eso os ofrezco, un relato que ha brotado en mi pensamiento mientras descansaba trabajando cual rutilante rosa rosa en un soleado jardín de primavera.

Pasen de nuevo y lean:

     

El viejo, miraba de reojo atrás pensando en qué estaría maquinando su sobrino. Sentado en el porche lo escuchaba trastear en la lacena de la cocina buscando una cazuela con la que preparar unos espaguetis en salsa boloñesa con los que demostrarle que había aprendido a sobrevivir en su piso de soltero de la universidad, a pesar de las dudas que su madre albergaba.

Desde la ladera de la alta colina que tanto esfuerzo le había costado subir y en la que había edificado la pequeña cabaña de madera desde la que ahora disfrutaba de una amplia y serena vista del populoso valle, sentía feliz la presencia de una de las pocas personas que se aventuraban a visitarlo en tan remoto paraje. Se meneaba levemente en la reluciente mecedora de Wallmart que le había traído de la ciudad como regalo. Su joven pariente varias veces le había repetido que la que usaba estaba tan desvencijada que algún día iba a partirse la crisma de tanto balancearse en ella. Así que aceptó de buen grado el presente, recriminándole que iba a ser la única concesión que le hiciese a la vida moderna, pues apreciaba tanto cada pedazo de madera de esa casa como cada uno de los recuerdos que atesoraba en su memoria.

Lo miró de nuevo mientras lo observaba encender el fogón, verter agua en un recipiente de hojalata y le enseñaba por la ventana, con la satisfacción de un detective que encuentra la pista que necesitaba para aclarar un caso, el paquete de pasta que mágicamente había aparecido perdido en uno de los estantes de la cocina. El anciano le devolvió la sonrisa

-    Estupendo sobrino, ahora solo falta que encuentres el aceite, la zanahoria, la cebolla, el ajo y  la sal, Sr. Marlowe.

Se lo dijo con cierta malicia, no podía engañarlo. En el fondo sabía que todo el montaje de la inesperada visita había sido una treta para hacerse con su vieja mecedora. Desde pequeño lo había visto venir a columpiarse en ella. Primero, de crío, con sus padres a visitarlo durante esos largos veranos en los que la montaña era el único lugar donde refugiarse del tórrido calor de la ciudad. Después con alguna de sus novias a impresionarla recorriendo la frondosa naturaleza de sus montañas. Otras, solo, a lamerse heridas del corazón al vaivén de las noches estrelladas acompañado por el firmamento y el tiempo que todo lo cura o al menos lo apacigua. Sentados ambos tomando té caliente con una gotas de licor de ajenjo, siempre, a lo largo de sus múltiples visitas, a lo largo de tiempo, siempre, acaban allí, hablando de lo divino y lo humano, y ahora… en algún sitio había leído, escuchado o visto que estaban de moda los muebles viejos.

-    Vintage, los llaman ahora. Ja, ja, Ja, excusas, ja, ja, ja, lo clásico y bien hecho, siempre lo será. – Pensó.

Pero qué iba a hacer, era su sobrino, su sobrino favorito, y sabía que le quedaba poco tiempo. Nadie mejor que él iba a apreciar el cariño que le tenía a ese viejo mueble, nadie iba a cuidarlo mejor, ni a aplicarle con más esmero esa capa de barniz que estaba pidiendo a gritos.

Allí, en la montaña, el tiempo pasa por la vida segundo a segundo y lo mismo que él había aprendido a leer en la montaña los avisos de la naturaleza, los avisos de la vida, los ciclos de las plantas, de las flores, de las estaciones, sabía que su ciclo estaba agotándose, y que el duro, hermoso y nevado invierno iba a cobrarse una deuda con él. Tenía la absoluta certeza de que el "asalto" de su sobrino a su antigua mecedora era el aviso que la vida le estaba dando.

Mientras empezaba a oler como se pochaba ligeramente el aliño de tomates se acercó a la furgoneta donde estaba firmemente sujeta con cuerdas la vieja mecedora. Hurgando con dificultad en el basto cojín de cuero que cubría el asiento extrajo una carta con matasellos de un lugar a muchas lunas llenas de allí. Esa carta que ahora sostenía en sus manos, le había arrancado del corazón la tristeza. Había conseguido que al amanecer, mirando al sur, desapareciese esa tristeza, esperando ver subir por el sendero a un ángel que lo llevase de nuevo volando a ese lugar en el que una vez estuvieron juntos y al que prometieron regresar algún día.

-    Sobrino - dijo en voz alta – baja la mecedora, vamos a darle buen uso por última vez antes de llevártela a tu piso de flamante rector universitario. Esta noche tengo que contarte una historia, otra de mis historias, pero en hagámoslo como siempre lo hemos hecho, ¿vale?. Te hablaré del amor y de la guerra como nunca te he hablado.

El sobrino, dejo los espaguetis requemados en la cazuela, y supo esa noche la cena carecía de sentido, que tenía que calentar ese té que a lo largo de los años de charlas con su tío si había aprendido a preparar. Algo le decía que iba a ser una laaarga última conversación.

      

A veces el amor (como un bonito paisaje) necesita de cierta distancia para apreciarlo en todo su esplendor… Sé cómo sigue la historia, y vuelvan a creerme, está llena de vida, emociones, ciudades, pero... Piensen, imaginen, creen, les dejo el resto de la conversación a ustedes. 

Un saludo, Damas y Caballeros.

P.d.: Ah, votos y comentarios, pulsando en los enlaces que aparecen un poco más abajo!!!

Embarassed